martes, 20 de abril de 2010

Espiritualidad y música.

Para hablar de espiritualidad hay que escuchar música celestial. El binomio Puccini/Pavarotti es único.

La definición de Dios por un ateo

Porque es de una claridad meridiana he querido compartir con vosotros el escrito de Jorge Fernández Costa, que a sus 80 años ha sido capaz de describir tan extraordinaciamente lo que para muchos no creyentes en dioses fariseos es la divinidad. Ser espiritual, que yo me considero, no significa creer en religiones al servicio del poder y la mentira, y Jorge "Don Jorge" ha puesto palabras a mi pensamiento, al pensamiento de muchos ateos. Él se define a sí mismo como un librepensador ateo. Es médico de profesión, profesor de Fisiologia de la Facultad de Medicina de La Habana. Sigue en activo escribiendo libros, asesorando. ¡Ojalá podamos llegar a su edad con esta claridad!

LA DIVINIDAD

La Divinidad no es un Dios, porque no es una persona imaginaria, sobrehumana, sobrenatural, todopoderosa y creadora.

La Divinidad es la cualidad esencial que determina el carácter divino en cualquier objeto de la realidad.

La divinidad se puede conocer directamente por medio de nuestros sentidos a través del conjunto de propiedades, fenómenos y procesos con los que se manifiesta y además indirectamente a través de sus rasgos esenciales y determinantes por medio del pensamiento racional que se desarrolla a partir del conocimiento sensorial.

La Naturaleza es divina.

Por ser su propia causa y el primer principio de todo cuanto existe.

Por ser omnímoda, eterna e infinita.

Por ser completa en si misma y perfecta en cada momento.

Por la Majestad, la Verdad y la Sabiduría así como la Justicia, las Riquezas y la Energía que atesora.

Por el inmenso e inexorable poder de sus Leyes y su maravillosa existencia material.

Por la fascinante belleza de todas sus creaciones incluyendo la vida y las diferentes especies.

Por la armónica disposición y eterno movimiento de todo lo que en ella se encuentra.

Por el asombroso orden, exactitud y cronología de todo lo que en ella ocurre.

Por hacerse realidad ontológica en todos los seres que pueblan el universo.

La naturaleza humana es divina.

Por las exclusivas y superiores necesidades así como los más puros sentimientos con que ellas se expresan.

Por la extraordinaria capacidad que posee de conocer la realidad y de actuar sobre ella.

Por devenir en la conciencia de cada individuo como una persona inefable de la cual no puede apartarse, que le impone códigos de conducta, le aprueba o desaprueba, premia o sanciona, todo lo que siente, piensa, dice y hace y como un ser numinoso que le inspira: ideales, valores, deberes, derechos y virtudes.

Rindámosle culto a la Naturaleza por ser divina así como homenaje de gratitud, porque de ella procedemos y estamos hechos; porque de ella obtenemos todo lo indispensable para vivir y porque ella, inevitablemente, habrá de acogernos, al término de nuestros días.

Rindámosle culto también a todos los que desarrollaron y perfeccionaron por si mismos, su naturaleza divina y alcanzaron por ello la condición de paradigma, digno de admiración e imitación y después de su muerte, de veneración eterna.

Rindámosle homenaje de gratitud a todos los que inspirados por su propia naturaleza divina nos dieron amor y cuidados y lucharon por una sociedad y un mundo mejor para todos aquí y ahora.

Rindámosle también homenaje de gratitud a nuestra propia naturaleza divina por su permanente asistencia, en el proyecto de disfrutar una vida virtuosa y plena de felicidad.