miércoles, 25 de noviembre de 2009

El auténtico contubernio


(Este escrito está basado en otro del Sr Armando Hurtado, que me he visto forzada a resumir por ser el original demasiado extenso. El título tabién es suyo)

El Sr Armando Hurtado escritor y licenciado en derecho, ha leido en uno de esos foros cavernícolas de la derecha nacional-católica que “la Iglesia ha pedido ayuda a la ONU para combatir el "laicismo progresivo" (así lo han llamado) y el aumento de la intolerancia contra los cristianos en el mundo”. La Santa Sede ha presentado así, su gran preocupación ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Hasta ahí han sido capaces de llegar.

Tengamos en cuenta que la RAE define combatir como: “pelear, acometer, embestir, atacar, reprimir” y el verbo pelear a su vez, se traduce como “batallar, combatir o contender con armas. Esto nos lleva a la conclusión de que si alguien pelea o combate, es porque se opone tajantemente a algo. En este caso, la Iglesia está diciendo que se opone a la laicidad como principio político, eso que han destacado como “laicismo progresivo”

El presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Rouco, proclama que "los políticos no pueden invadirlo todo" y pregunta, en un alarde de cinismo, "si puede haber soberanía que prescinda de la verdad ética y de la sociedad". Como si la iglesia fuera la dueña y señora de la ética.

Refiriéndose al aborto, Rouco, reitera que la legislación europea muestra su falta de respeto al derecho fundamental a la vida. Por todo ello, considera que es "imperiosamente necesaria" la presencia de los católicos en la política.

¡Como si no fueran suficientes los muchos partidos políticos cristiano-demócratas esparcidos por el orbe! Claro, como según Rouco, la soberanía popular reside en Dios, y Dios está representado en España por la organización eclesiástica que él preside, el derecho divino le autoriza a hacer lo que haga falta para imponerse a todos los niveles.Rouco, considera que siguen siendo buenas todas las alianzas y medios que puedan coadyuvar a ese sagrado fin. Esto y solamente esto es lo que ha sido siempre el más feroz contubernio real de la historia de España.
LO que pretende la Iglesia en clara añoranza a la Inquisición, es que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU ayude a combatir la laicidad en cualquiera de sus estados-miembros, tachándola de “claro signo de intolerancia” contra los cristianos o contra las religiones en general, una incongruencia que pone de relieve el grado de alejamiento de la realidad en el que se debate la Iglesia. Cuando, por el contrario, la misión del Consejo de los Derechos Humanos es procurar que los derechos fundamentales, sean los mismos para todos, y protegerlos por encima de diferencias de cualquier orden, como lo son las religiosas.

Pretender que la ONU ayude a combatir la neutralidad del estado respecto a las religiones, presentando esa neutralidad, como una forma de intolerancia política, es un intento de malabarismo dialéctico del siglo XXI, salvo en El Vaticano, La Meca o Jerusalén. Y seguro que también hay objetores honrados en esos pagos.
El derecho de las personas a la vida debe ser defendido oponiéndose tajantemente a la pena de muerte, (no a la de los fetos como hacen ellos) Hablar de caridad y de amor al prójimo, condenando a muerte a quien se desmande y bendiciendo luchas armadas contra esto o aquello, es realmente patético y contradictorio. El respeto a la vida personal tendría que ser el primero de los referentes morales a considerar cuando se afirma que la vida social necesita afianzarse en determinados principios éticos orientadores. Algo con lo que estamos de acuerdo casi todos, incluídos quienes no profesamos religión alguna.
Que Rouco y compañía afirmen, a estas alturas, que los católicos deben intervenir en la vida política española es un síntoma más del cinismo que les caracteriza , nunca dejaron de intervenir en ella, desde hace siglos. Ya no pueden ir mucho más allá.
NI ellos ni el resto de religiones pueden seguir manteniendo el monopolio de las “verdades éticas” indefinidamente.
Ha de ser la inteligencia de los humanos la que determine la selección entre lo que es “bueno” y lo que es “mejor”, en cada caso, según el conjunto de referencias de que dispongan. Eso lo ha sabido la Iglesia siempre y por ello se resisten a perder terreno en el adiestramiento de las nuevas generaciones. Pero lo están haciendo muy mal...