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jueves, 3 de diciembre de 2009

Cooperantes

Es verdaderamente admirable en los tiempos que corren, duros, fríos, donde el “todo vale” parece que sea lo que reine, el “yo a lo mío y tú jódete”, o el “a mí que me importa”, que existan personas que todavía tengan la generosidad y el desprendimiento de usar sus días de vacaciones, y su pequeño dinero ahorrado para ayudar al resto de la humanidad más desfavorecida, a rostros desconocidos. Eso es lo que son los cooperantes, una bolsa llena de auténtica esperanza, la ilusión de una mirada, el agradecimiento de aquellos que no teniendo nada, reciben una sonrisa o un instante de felicidad. Todo lo que se puede aplicar a estas personas son palabras que me llenan de gozo, porque siembran en mí, esa semilla que me hace creer en la gente, en su bondad, en el más estricto sentido de la palabra.
Por todo ello, es que me siento apesadumbrada por las circunstancias que rodean a esos tres cooperantes secuestrados, ve tú a saber en nombre de qué dios injusto y traidor.
No podía dejar de nombrar esta mala noticia que tiñe de negro el día que realizaban una labor tan encomiable, aunque lo haga tarde y mal y me quede con el corazón encogido, en espera de buenas nuevas que los otros dioses, los humanos, los que luchan contra hechos tan deplorables como este, nos den una buena noticia que nos alegren los próximos días y tengamos motivos para celebrar las próximas vacaciones con auténtica paz y unidad, y no la fantochada de color rosa que nos pinta la Navidad ñoña, que nos brinda la religión y la Iglesia.

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